Publicado en por Smith & Smoorcer

Los relojes mecánicos automáticos no se detienen. Son independientes de la duración de una batería y no necesitan que se les dé cuerda. Cuando todos los dispositivos punteros que existen hoy en día están sedientos de energía, los relojes automáticos constituyen un pequeño prodigio técnico que los hace funcionar de forma constante y con la única necesidad de un simple balanceo del brazo del portador para perpetuar el reposado movimiento continuo de las manecillas.

El primer mecanismo que se daba cuerda a sí mismo, sin necesidad de intervención manual, se remonta a finales del siglo XVIII.

El funcionamiento de los relojes mecánicos automáticos, está basado en su resorte motor que permite almacenar energía cuando se enrolla y transmitirla al expandirse. Este mecanismo es al que se le da cuerda manualmente a través de la corona, situada en la parte exterior del reloj en caso de los relojes de remonte manual, pero en los automáticos el resorte se activa a través de un sistema compuesto por un rotor con una masa oscilante y un trinquete.

El rotor, que gira gracias a un eje al que se acopla un juego de bobinas, se desequilibra con el movimiento del portador del reloj debido a la masa oscilante. Como consecuencia el rotor pivota hacia un lado, dando cuerda al mecanismo. En la actualidad algunos modelos cargan en ambos sentidos del giro para optimizar la carga del resorte. Para que cuando la oscilación cambie de sentido no se pierda la cuerda que se ha dado hay un trinquete. Esta pieza mecánica permite que un engranaje gire hacia un lado, pero bloquea el movimiento hacia el otro.

Mientras el péndulo de un reloj de pared siempre tiene la misma amplitud de oscilación, el volante tiene que vérsela constantemente con los movimientos a que está expuesto en la muñeca. No son movimientos armónicos y suaves, sino constantes transiciones breves, bruscas y repentinas en toda sucesión de posiciones. Ésta prueba de dureza la superan año tras año las minúsculas piezas que componen el calibre del reloj.

La espiral de metal se expande y se contrae unas 30.000 veces con una precisión inusual. Un reloj que presenta una desviación de 10 segundos al día trabaja con una tolerancia de aproximadamente 0,1 por mil.

En Smith & Smoorcer ya trabajamos en un modelo mecánico automático, la espera merecerá la pena.

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