En los años 30, los grandes alpinistas empezaron a llevar relojes de Rolex en sus expediciones al Himalaya. La propia manufactura comenzó asimismo a entregar prototipos de sus Oyster para que los probaran y así perfeccionar futuros lanzamientos para al gran público. Y dos de ellos acabaron en las muñecas de sir Edmund Hillary y Tenzing Norgay, que los usaron para alcanzar por primera vez la cumbre del Everest en mayo de 1953.

Ese mismo año, Rolex lanzó su línea Explorer para conmemorar la hazaña, basada en los modelos de Norgay y Hillary e introduciendo algunas variaciones. Eran relojes con cajas de 36 mm, extremadamente resistentes a los elementos, y con algunas señas de identidad muy marcadas como sus esfera negra, los números árabes 3, 6 y 9 en sus respectivas horas o las agujas tipo ‘Mercedes’ (por el símbolo que recuerda al de la marca automovilística).

El Explorer se convirtió a partir de entonces en uno de los estandartes de Rolex. Aunque no sea quizá tan conocido como el Submariner o el Daytona, ayudó mucho a cimentar la reputación de la manufactura y su estrecha relación con la aventura y la exploración.

Con el tiempo se fueron introduciendo nuevas referencias, respetando la identidad original. La más célebre es desde luego la 1016, que estuvo en producción continua nada menos que 26 años (de 1963 hasta 1989), todo un hito. Conquistó además a hombres de gustos refinados como Ian Fleming, el creador de James Bond, demostrando que todos los relojes de Rolex, no sólo los clásicos, trascienden categorías.

Ahora, cuando estamos cerca de conmemorar el 70º aniversario de la primera ascensión al Everest y, por tanto, del lanzamiento del Explorer, Rolex ha querido volver al origen. Así, este año lanza una nueva versión del Explorer que remite a la primigenia, con una caja de 36 mm de diámetro (un tamaño de otra época, para regocijo de los amantes de lo clásico y los que tenemos una muñeca pequeña), la esfera negra característica y los números 3, 6 y 9.

El diseño original está ahí, pero Rolex se ha preocupado en introducir también varias sutiles variaciones para mejorar sus estética y rendimiento. La más visible es que se presenta una versión principal en Rolesor amarillo (también hay una adicional sólo en acero). Es decir, la famosa combinación de acero Oystersteel y oro de 18 quilates en la caja y el brazalete para unir la resistencia con el lujo y la elegancia.

También gana mucho en legibilidad, independientemente de las condiciones, gracias en gran parte a que la visualización Chromalight del Explorer de nueva generación es especialmente eficiente. Una vez el reloj se sume en la oscuridad, la intensidad de la tenue luz azul emitida por los índices y las agujas se mantiene durante más tiempo gracias al innovador material luminiscente con el que cuentan. A la luz del día, su tono blanco es más vivo.

Como los nuevos Submariner y Oyster Perpetual que Rolex presentó el año pasado, integra un movimiento de manufactura que ofrece un rendimiento verdaderamente impresionante. Se trata del calibre 3230, que permite aumentar su reserva de marcha hasta las 70 horas. Y también ofrece mejoras significativas en materia de precisión, autonomía, resistencia a los golpes y a los campos magnéticos, comodidad de uso y fiabilidad.

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