El corazón del reloj y sus movimientos

Cuando hablamos de los mecanismos del reloj, hablamos del corazón del mismo. En ocasiones estéticamente el reloj es igual, pero el movimiento que lo propulsa es otro. Entonces, ¿Por qué elegir uno sobre otro?

Para poder elegir el reloj adecuado a sus necesidades es importante conocer cómo se diferencian en sus movimientos. Los tres principales son Manual, Automático y de Cuarzo.

El reloj manual es de los más antiguos de los sistemas de movimiento, empezaron a surgir en Europa en el siglo XVII. Su principal característica es que suele evitar el uso de un componente eléctrico.

Se fabrican en metal, con un sistema mecánico en el que un muelle motriz es el encargado de dar la fuerza necesaria para accionar el reloj.

Es un mecanismo muy refinado y complejo, tornillos, rubíes y puentes entre otros componentes son los que dan cuerda al reloj. Cuando esto pasa, el movimiento se transmite entre los engranajes que consiguen mover tanto el reloj como las agujas.

La principal característica de los manuales es que el usuario necesita apretar la cuerda cada cierto tiempo (aproximadamente 40 horas). Para apretar la cuerda sólo es preciso girar la corona. El mecanismo de cuerda de estos relojes, con su experiencia de carga, guarda un encanto especial que enamora a sus usuarios.

Cabe destacar que este sistema de carga es algo muy apreciado por los amantes de la relojería, pues la complejidad y el componente artesanal que necesita esta pieza es muy importante y si se realiza el mantenimiento adecuado su reloj puede durar toda la vida.

El concepto más importante del reloj automático es que es capaz de darse cuerda a sí mismo gracias al movimiento del brazo de su propietario.

Todo funciona gracias a un rotor que, con el movimiento de la muñeca o brazo, gira alrededor de un pivote, actuando de esta forma sobre el mecanismo de carga del muelle.

Aunque la explicación sea fácil, en la práctica la realización de los calibres que permiten la transmisión de la energía para convertirla en impulsos capaces de mover las manecillas con alta precisión requiere el trabajo de verdaderos maestros de la relojería.

Cada marca desarrolla sus propios Calibres, compitiendo así entre ellos para lograr la máxima precisión, alcanzando unos niveles de complejidad de incluso más de 300 piezas. Como cada parte es elaborada y ensamblada a mano, aunque la producción del reloj se haya parado y no existan recambios, un experto relojero siempre podrá crear y sustituir la pieza estropeada, dando la oportunidad de tener su reloj para toda la vida.

Entre sus ventajas cabe destacar que al activarse con nuestro movimiento, no es necesario cargarlo. Los relojes automáticos pueden ser guardados sin utilizar durante un tiempo indeterminado, y al no utilizar pilas cuidan del medio ambiente. Es importante tener en cuenta que los relojes mecánicos suelen ser más pesados debido a las numerosas piezas de metal que lo componen.

Los relojes de cuarzo suponen aproximadamente un 90% de los relojes del mercado. Estos pueden ser analógicos, digitales o analógicos/digitales y contienen un cristal de cuarzo que vibra alrededor de 33 veces por segundo al recibir una corriente eléctrica generada por la pila. Estas vibraciones son convertidas en impulsos gracias a un chip que, al llegar al motor, producen el movimiento de las manecillas.

Los relojes de cuarzo aparecieron alrededor de los años 70 y durante los años 80 casi acaban con la relojería tradicional, debido a que suelen tener un valor más económico.

El reloj de cuarzo requiere una batería, y cuando se acaba esta debe reemplazarse, y si se desea conservar el reloj un tiempo sin uso, entonces es necesario retirar la pila para que no se sulfate y dañe el reloj. Por esta misma razón, estos relojes son más contaminantes.

Cabe destacar, que los relojes de cuarzo suelen ser más precisos que los automáticos y normalmente más económicos. También, debido a la sencillez del mecanismo en su interior, se permite una mayo flexibilidad en sus diseños y suelen ser más ligeros y finos.

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